Morihei
Ueshiba (1883 - 1969) fue el más grande maestro de artes marciales de la
historia. Aun siendo un anciano de 80 años, podía desarmar a cualquier enemigo,
vencer a cualquier número de atacantes e inmovilizar a cualquier oponente con
un solo dedo. Aunque invencible como guerrero Morihei era sobre todo un hombre
de paz que detestaba las peleas, la guerra y toda clase de violencia. Su camino
era el Aikido, que puede ser traducido como "El Arte de la Paz".
El
Arte de la Paz es
un ideal, pero se desarrolló en la vida en muchos frentes. En su juventud
Morihei sirvió en la infantería en la guerra rusa-japonesa; luego enfrentó a
piratas y bandidos durante una aventura en Mongolia, y después de dominar
varias artes marciales fue instructor de las academias militares de elite en
Japón. Sin embargo durante toda su vida Morihei sentía una dolorosa inquietud
por las luchas y enfrentamientos que plagaban su mundo: las batallas de su padre
con políticos corruptos y sus mercenarios, la devastación de la guerra y la
brutalidad de los líderes militares de su país.
Morihei
se encontraba en una búsqueda espiritual y tuvo tres visiones que lo
transformaron. La primera ocurrió en 1925, cuando tenía 42 años. Después de
vencer a un espadachín de alto rango al evitar todos sus avances y cortes
(Morihei estaba desarmado), salió a su jardín. "De pronto, la tierra
tembló. Un vapor dorado surgió del suelo y me envolvió. Me sentí transformado
en una imagen dorada y mi cuerpo parecía tan liviano como una pluma.
Repentinamente comprendí la naturaleza de la creación: el Camino del Guerrero
debe manifestar el Amor Divino, un espíritu que abraza y nutre a todas las
cosas. Lágrimas de gratitud y de gozo corrían por mis mejillas. Vi a la tierra
entera como mi hogar, y al sol, la luna y las estrellas como íntimos amigos.
Todo apego a las cosas materiales se desvaneció".
La
segunda visión tuvo lugar en diciembre de 1940. "Alrededor de las dos de
la mañana, mientras practicaba una purificación ritual, olvidé de pronto todas
las técnicas de arte marcial que había aprendido. Todas las técnicas que mis
maestros me habían transmitido aparecieron completamente renovadas. Ahora, eran
vehículos para el cultivo de la vida, el conocimiento, la virtud y el sentido
común en vez de recursos para derribar e inmovilizar a la gente".
La
tercera visión sucedió en 1942, durante la peor de las batallas de la segunda
guerra mundial y en uno de los períodos más oscuros de la historia humana.
Morihei vio al gran espíritu de la paz, un sendero que podría conducir a la
eliminación de toda lucha y a la reconciliación de la humanidad. "El
camino del guerrero ha sido mal interpretado como un medio de matar y destruir
a otros. Aquellos que buscan la competencia cometen un grave error. Golpear,
lastimar o destruir es el peor pecado que un ser humano puede cometer. El
verdadero camino del guerrero debe impedir la matanza, es el Arte de la Paz, el poder del Amor".
A partir de ese momento, Morihei se retiró al campo y dedicó cada minuto de su
vida a refinar y difundir el Aikido, el Arte de la Paz.
A
diferencia de los autores de textos clásicos antiguos de guerreros como el Arte
de la Guerra y
el Libro de los cinco Anillos, que aceptan la inevitabilidad de la guerra y
enfatizan la estrategia astuta como medio para llegar a la victoria Morihei
comprendió que la lucha continua -- con otros, con nosotros mismos y con el
medio circundante -- arruinaría la
Tierra. "El mundo seguirá cambiando dramáticamente, pero
la lucha y la guerra pueden destruirnos totalmente. Lo que ahora necesitamos
son técnicas de armonía y no de enfrentamiento. Se requiere el Arte de la Paz y no el Arte de la Guerra." Morihei
enseñó el Arte de la Paz
como una disciplina creativa del cuerpo y de la mente, como un medio práctico
de manejarse ante la agresión y como un medio de vida que alimenta el coraje,
la sabiduría, el amor y la amistad. Interpretaba el Arte de la Guerra en el sentido más
amplio posible y creía que su principio de reconciliación, armonía, cooperación
y empatía podía ser aplicado valerosamente a todos los desafíos que la vida nos
presenta en las relaciones personales, en la interacción con la sociedad, en el
trabajo y en los negocios y en la relación con la naturaleza. Todo hombre puede
ser un guerrero por la paz.
Aunque
el Aikido se originó con Morihei en Japón, intenta ser un don para toda la
humanidad. Algunos han elegido, o elegirán en el futuro, el Aikido como su
propio Camino particular, practicándolo sobre las esteras y aplicándolo a su
vida cotidiana. Muchos más han sido y serán, espero, inspirados por el mensaje
universal del Arte de la Paz
y sus implicaciones para nuestro mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si te gusto lo que leiste, compartelo.
Gracias