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Amaterasu y Tsukuyomi |
Constitución del sistema imperial.
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Izanagi e Izanami |
Durante ésta época, en el siglo VIII, los
gobernadores de Yamato ordenaron
que se dejara constancia de los mitos existentes como una forma de legitimarse
frente a la población. La más importante de esas leyendas es la referente a la
creación de Japón, atribuida a los Kami Izanagi e Izanami. Según la
leyenda, de éstos dos habrían nacido los tres Kami mayores: Amaterasu —diosa del
sol y señora de los cielos—, Susanoo —dios de
los océanos— y Tsukuyomi —diosa de
la oscuridad y de la Luna—.Un día, Amaterasu y Susanoo discutieron, por lo que
Susanoo se emborrachó destrozando todo a su paso. Amaterasu se asustó tanto que
se escondió en una cueva negándose
a salir, por lo que el mundo fue privado de la luz. Con el objeto de hacerla
salir, un Kami femenino, Ame-no-Uzume, efectuó
una danza obscena que fue acompañada por la risa de la mirada de dioses que
estaban reunidos en asamblea. Al momento en que Amaterasu preguntó por lo que
sucedía, le dijeron que había una Kami más poderosa, por lo que salió de
la cueva y poco a poco se fue acercando a un espejo que pusieron frente a ella.
Fue tal su sorpresa de ver su propio reflejo, que quedó deslumbrada unos
momentos y fue justo entonces cuando aprovecharon para capturarla y la luz
volvió a iluminar la Tierra, por lo que el espejo formó
parte de las Insignias Imperiales de Japón.
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Susanoo |
El segundo elemento de las tres joyas de la Corona japonesa se describe
más adelante en la misma leyenda. Susanoo fue desterrado por los males causados
y mientras vagaba por las tierras de Izumo, escuchó
que una serpiente de ocho
cabezas, llamada Yamata-no-Orochi, atemorizaba a los pobladores. Susanoo mató a la
serpiente emborrachándola con sake y le cortó
las cabezas. En su cola fue encontrada una espada, que
decidió dársela a su hermana en señal de paz. Esta espada representa el segundo
icono de las insignias imperiales.
La tercera y última insignia es una joya en forma de curva, la cual
Amaterasu dio a su nieto Ninigi cuando
éste fue enviado al mundo terrenal a gobernar. La joya pasó a su vez a su nieto,
el Emperador Jinmu, primer emperador japonés. De esta forma,
auspiciados en las creencias populares, los gobernadores de Yamato legitimaron
el proceso mediante el cual Japón sería gobernado por un sistema imperial, apoyados
fuertemente por la creencia de la religión Shintō.
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